Post escrito por M, una ramera de También soy Minita y Origen ramero.
Ella dirá, sin dudar mas de un segundo, que ya está, que está recuperada, que está curada, que lo pasado pisado. Yo, en cambio, que la conozco tanto como a mi misma, sé que todavía no está lista. Está mejor, está bien, está contenta, por momentos está feliz, pero todavía no está lista. Está transitando los últimos momentos de una rehabilitación que le llevó meses de esfuerzos, lágrimas y recaídas. Pero el camino no es fácil, y ella estuvo demasiado tiempo confundida. Demasiado tiempo pensando en el amor trágico, en el amor con esfuerzo, en el amor como un trabajo, como una lucha. Demasiado tiempo pensando en eso, demasiado tiempo convertida en una guerrera del amor.
Producto de cuentos de hadas, de príncipes encantados, resultado de todas y cada una de las novelas de la tarde que compartió con su madre, la guerrera del amor absorbió que el amor es difícil. Que el amor es una lucha. Al tiempo que se enamora, entonces, lucha para que el enamorado sea su enamorado. La entrega total por una causa, la causa del amor, lo vale todo para la guerrera. Es paciente, espera. Es tolerante, soporta mentiras, soporta engaños, soporta lo insoportable, porque sabe (está convencida, realmente, tanto que ni siquiera se da cuenta) que de un minuto a otro, el tiempo del amor lo curará todo. Que el tiempo del amor está por llegar. Lo perdona, le cree cuando le dice que es la última vez. La guerrera del amor se arrastra ante su enamorado y desde ahí, bien abajo, pretende arrastrarlo a el también.
La guerrera piensa que su enamorado vive en un mundo de tinieblas, oscuro, del que ella tiene que sacarlo para llevarlo al suyo, un mundo ideal, un mundo en el que lo bello es bello porque sí y el amor es amoroso siempre. Y él no es ignorante. Él sabe de ese mundo, alguna vez lo ha pisado, y por haberlo pisado alguna vez sabe que no quiere volver. No quiere un mundo ideal donde el amor sea amor siempre y lo bello sea inmutable. Quiere quedarse en su mundo, en su oscuridad, porque su oscuridad le pertenece, y el mundo ideal de la guerrera no. El mundo ideal de la guerrera lo encandila tanto que le hace doler los ojos.
Ella espera, paciente, que se de cuenta. Que se de cuenta que quiere estar con ella, en su mundo. Y en esa espera se desespera porque no puede moverlo ni un centímetro o porque, y esto es aun peor, lo mueve un centímetro y él retrocede quince. Pero la guerrera no se rinde. Ella le muestra su mundo, le convida su amor, y el se lo devuelve con el envoltorio, lo cambia por cualquier otra cosa, la deshecha como si fuera la nada misma. Pero ella, guerrera, sigue, guarda su amor, o redobla la apuesta y le da algo mayor, que él sigue devolviendo. Y así, en un ciclo infinito, en el que la guerrera entrega su amor y él lo devuelve, en un ciclo en el que ella espera sentada que él venga; o se levanta y va a buscarlo pero no lo encuentra; o lo encuentra y el no la mira. En todo ese ciclo la guerrera pierde fuerzas, pierde esperanzas, pierde la paciencia.
Un día la guerrera se queda definitivamente sin nada. Levanta su espada y le pesa tanto que su cuerpo se desploma sobre una cama en la que hay, de un lado una caja de pañuelitos descartables, y del otro un control remoto. Ya no tiene fuerza, ni tiene ganas, ni tiene nada para ofrecer. Ya no puede seguir luchando, ya no puede mas. Y esa falta de fuerzas se convierte, entonces, en una certeza, y la guerrera del amor se incorpora sobre la cama, y dice en voz alta: “Ah, pero qué pedazo de pe-lo-tu-da”. Y con esas palabras la guerrera levanta sonriente la banderita blanca, y cierra un ciclo, el de la guerra, e inaugura otro, el de la rehabilitación.
Hoy, en estos últimos días de rehabilitación, en estos últimos momentos antes del alta definitiva, a veces se pregunta, entre lágrimas, por qué, por qué no funcionó, por qué ella, que lo dio todo, terminó sin nada. Pero, y esto es fundamental, ella ya no espera una respuesta certera, ni espera soluciones mágicas. Se pregunta los por qué, pero ya no necesita escuchar la respuesta, ni necesita transformar la respuesta en algo mas, en otra herramienta, otra estrategia, otra batalla. Ella ya no se pregunta qué mas puede hacer, qué otra cosa está a su alcance.
No hay comentarios:
Publicar un comentario