Querer gritar y explicar lo que me pasa, lo que siento; lograr hacerlo tangible y tirarlo por la ventana de cualquier estación del Urquiza (preferentemente esa dónde el solcito pega a la mañana y te hace reir después de una noche larga); y, por fin,
entender(me).
(Al fin y al cabo, la única manera de empezar es empezando)
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